viernes, 31 de julio de 2015

despacito.

Quiero soñarte despacito, con pausas para no sobresaltarme, con la idea idónea de tenerte aquí cerquita, despacito, con cautela.
Quiero tomarte la mano, con la esperanza de que no la sueltes; vámonos con calma, con cuidado de no arruinar todo.
Tengo un recuerdo bonito, que me gusta recordar y que me gustaría que recordases, tengo ideas para disfrutar, para hacer esto llevadero, para no matarlo mientras pestañeamos. 
Podrías abrazarme, despacito, para no asustarme, para no arrancar. Abrázame fuerte ahora, que entré en confianza, que necesito ese apoyo, que necesito de ti.
Acerca tu cara a la mía, dime que me quieres, que estás ahogándote en mí, y que quieres más, mucho más.
Déjame decirte un secreto, que te quiero, que te quiero como jamás he querido a alguien, que estás derritiendo mi congelado corazón.
Quiero contarte más cosas, despacito, para no asustarte, para no asustarme, necesito confiar. 
Quizá no has sido mi primer beso, ni mi primera vez, pero has sido el primero que he querido de verdad, con el corazón, con el alma; al que le he dedicado lágrimas, sonrisas, sueños, orgasmos. 
No creo que te vaya a contar esas cosas, quedamos en ir despacito, con cautela, con cariño, con amor. 
Quiero que me beses suavemente, con delicadeza y miedo de hacerme daño, y que subas el ritmo exponencialmente; bésame con furia, arráncame los miedos, arráncame la ropa, arráncame la vida. 
Tócame, bésame, muérdeme.
Déjame tocarte, y besarte, y sentirte en cada partícula de nosotros.
Nosotros como verbo. Como sustantivo. Somos más que un pronombre; somos vida, somos amor. 
Déjame tenerte, despacito, entre las sábanas, entre mis piernas. Nómbrame y dimes que me quieres, que te quiero, que nunca me dejarás ir.
Déjame soñarte despierta. Déjame, despacito, quererte.
Déjame. Pero si me vas a dejar a mí, hazlo de golpe, todo de una vez, que sino me duele, me atraviesa, me atormenta, me destruye.
No lo hagas despacito, despacito duele más.

lunes, 20 de enero de 2014

Te invito a un cigarrillo.

Reconocerte resulta un acto digno de admiración. Tanto que has cambiado, tanto que se ha ido de tu esencia, de tu ser, de tus ideas... Todo está revuelto. En un mar lleno de lágrimas y de canciones tristes. De melodías nostálgicas y de sueños rotos, siempre buscando esperanza. Y ni siquiera sé a estas alturas qué pueda significar la esperanza. Esperar. Pero esperar qué. Un "algo" sin definición que quizá nunca llegará; que buscará la forma de esquivar con cada decisión mal tomada, con cada paso mal dado, el pozo de oro al final del arcoíris. Pero claro, tú nunca podrás estar ahí.

Calma, calma. Toma todo con calma, sentémonos un segundo ahí y fumemos un cigarrillo hasta estar del todo bien. O lo que mayormente "del todo" pueda significar para mi, porque a estas alturas, sólo quiero estar. Qué suerte tienen algunos, qué suerte aquellos que sonríen y sienten bienestar al lograr las cosas que se proponen. ¿Y qué con aquellos nostálgicos de un pasado inexistente que con cada paso bien dado sienten que retroceden tres? ¿No hay bienestar para ellos? ¿Qué acaso no se lo merecen?

Demos un poco de lástima. Bebamos un trago de ese vaso. ¿Mal? ¿Qué significa mal a estas alturas? Mal es bien y bien, bien no existe. No existe nunca más. Fumemos otro cigarrillo, ven, yo te invito. Aquí a mi lado, aquí sentados sin aguantar el peso del mundo sobre los hombros.

¿Quién dijo que todo ésto sería fácil? ¿Quién dijo poder aguantar lo mismo una y otra vez? ¿Quién no se niega a los simples placeres de la vida y aún así se siente desdichado? Miénteme un rato. Ven y miénteme diciendo que todo va a estar bien. Qué todo va a cambiar. Que aquí y ahora, todo podrá mejorar.

lunes, 22 de octubre de 2012

Don't die.

Frío.

Agonizante.

Cada calada de aire es como una delgada navaja que fácilmente atraviesa tu piel. Que corroe tu cuerpo, sin darte posibilidad de escapar, de salvarte. Sólo sientes el olor metálico y el hilillo cálido que recorre tu cuerpo desde las heridas recién abiertas.

¿Son reales? ¿O sólo es producto de tu imaginación?

No puedes abrir los ojos, pero percibes. La presencia de alguien cerca de ti, es sumamente notable. Sientes su respiración acercándose, acelerándose. Y estás cansado. Sólo deseas que el dolor, que el frío, que la agonía latente de cada momento termine de una vez por todas. Aunque eso signifique morir.

Inseguridad.

No lo sabes. No entiendes cómo pasó. Cómo de estar allí, pasaste a estar acá. Cómo te mueves de un lado a otro sin poder levantar ni una partícula de tu cuerpo. Cómo no sientes la energía fluyendo de ti si sientes, por completo y en profundidad todo lo demás. Todo el dolor.

Y a aquella persona que no hace más que observar.

Quieres pedir ayuda. Quieres decirle que llame a una ambulancia o te lleve a algún hospital o, que sencillamente te mate de una vez por todas. Pero no te oye, parece que está a miles de kilómetros de distancia.

Intentas dejar la mente en blanco, sin pensar en absolutamente nada más y quedarte con lo que tienes, no esperando ni queriendo nada. Sólo ahí. Tirado. Asustado. Con frío. Agonizando.

Pasan las horas, y sientes cómo las heridas coagulan endureciéndote la piel. Es como si una dura, pero frágil capa te cubriera por completo todo el cuerpo. Impidiéndote aún más la capacidad de moverte. De respirar si quiera.

Sólo te queda esperar y lo haces. Y cuando piensas que no va a pasar nada más y te quedarás así. Inmóvil. Incapaz para siempre. Llega esa suave y melódica voz con la que muchas veces soñaste.

-No sé si me escuchas… pero, lo siento. -siempre quisiste escuchar esas palabras. Siempre. De esa misma boca. No recuerdas exactamente de quién es pero sabes que te importaba. Y que necesitabas escuchar lo que te dice.

Sientes que morirás. Que aquellas palabras son las últimas antes de que todo se vaya a negro.

No sabes cómo, tu cuerpo comienza a relajarse, a suavizarse. Y sientes cómo una tersa y fría mano te toca, reconfortándote. Necesitas sentir más, aunque antes no querías porque todo era dolor y te sumías en la agonía cada vez más, esto nuevo, por sencillo que sea es muchísimo mejor.

-Por favor, vuelve. Te necesito… -vuelves a escuchar esa voz. No sabes cuánto tiempo pasa. Ni los días, ni las horas, ni los minutos, ni los segundos. Ni siquiera sabes si todo lo que sientes es completamente real.

Cada vez que vuelves a pensar en cómo te sientes, que tratas de no hacerlo tan seguido, te sientes mejor, con aquella compañía que percibes, empiezas a despertar de esa agonía.

Y mientras el tiempo más rápido pasa, más escuchas la suave voz; "de la ninfa", le llamas.

-Por favor, no mueras… no sé qué haría. Por favor… -sientes cómo la ninfa te suplicas y te propones demostrarle que no la defraudarás, ya que, ¿quién más ha estado contigo en este tiempo de agonía? ¿De frío?

Te propones volver a moverte. Volver a la verdadera vida.

Pero la oscuridad te envuelve y está decidida a llevarte con ella.

Luchas, te retuerces -en tu mente-, y peleas por quedarte.

Ella te arrastra y te maltrata, sin importar cuanta resistencia pongas al parecer es más fuerte. Y cuando no te queda más fuerza para luchar, y la voz de la ninfa desaparece del todo, te relajas y dejas que el destino haga lo suyo. La oscuridad te abraza y te toma, te lleva, y tú sólo te dejas porque estás cansado de reñir con ella. Te desvaneces mientras sonríes. Sí, la movilidad de tu cuerpo volvió. Sonríes y respiras profundamente, esperando que la muerte te siente bien. Que no sea dolorosa, que te deje descansar por fin.

Pero cuando ya no sientes nada más te asustas. No es cómo lo imaginabas. No ha ocurrido nada.

Sientes.

Vives.

Abres los ojos.

La ves a ella.

Le sonríes.

-¡Enfermera! -grita y tú no sabes qué hacer o qué decir, tu corazón late cada vez más fuerte y quieres tocarla, abrazarla, besarla. Ella lo nota. Se acerca a ti y suspira.- gracias por escucharme.

No sabes cómo está segura de que lo hiciste. Aunque está en lo cierto, tú aún no dices nada. Sólo esperas que la vida, después de esos días, quizá semanas, o quizá horas de agonía sean mucho mejores.

Con ella, pues más que mal, ella te pidió que no murieras y aunque te rendiste, no lo hiciste.

¿El destino? Quizá, sólo quizá sí existe.

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miércoles, 29 de agosto de 2012

Nada.


Y fue así, con aquellas simples palabras, que todo se derrumbó.

'Te amo'.

Las había dicho con un hilo de voz nauseabundo. Nocivo. Condescendiente... cómo si esperara que ella le creyese. ¡Y cómo era de esperar, si con sus humildes y tenues palabras respondía sin jamás mirarle de frente! ¿Era posible que se regozijara templando brevemente la ironía de tan minusiosa trampa? ¿Y siquiera, existía la posibilidad de que entre ellos, hubiera más que aquella tensión inocua y liviana que más que alegrarle los días, renegaba absolutamente, sobre lo que ya conocían como real?

Real.

No le gustaba aquella palabra. Le hacía parecer inmadura y de cierta manera, rebelde, por no aceptarla. Y ella no era así. Ella no se alteraba innecesariamente. No atraía la atención de mundanos, como él. Ella era niebla. Él era sol. Él daba calor. Él era... era mejor, de todas las formas posibles. Ella sólo servía para sonreír.

'No pienses que quiero abandonarte, al decirte ésto. Seré tu mejor amigo, por siempre... para siempre. Sólo que si no lo decía en éste momento, temía no decirlo jamás.'

Su corazón se ablandó un poco, lo suficiente cómo para suspirar por una milésima de segundo y acercarse a él para estrecharlo en sus brazos por un momento.

'No pensé así... sólo... sólo que me parece extraño que lo digas ahora. Después de todo lo que ha pasado. Después de todo lo que hemos pasado'.

Él alzó la comisura de sus labios, formando una sonrisa. Se apartó unos centímetros pero sólo para tomarla del mentón y hacer que lo mirara a los ojos, sin más opciones.

'Podemos pasar por mucho más. Somos fuertes. Somos fuego. Somos las ganas de existir, ante la adversidad. Tú existes y yo existo... no necesitamos nada más'.

Ella le tomó la mano y miró al rededor, para asegurarse de que nadie los escuchara... él estaba cambiado. Ya no parecía la misma persona fanfarrona que deseaba ser más que los demás. Se veía más perceptivo, más... no sabía cómo describirlo. Parte de él se había ido junto al sentimiento de culpabilidad que la embriagaba,

Por un momento, dejó de importarle el antes, al igual que el ahora; no le importo siquiera el después. Todo lo que había, era la seguridad de que él estaba ahí y no se marcharía... no ésta vez.


martes, 17 de julio de 2012

Espejito, espejito...

El atardecer ilumina su espalda y sé que está allí, como una sombra.

Teniendo en cuenta que la última vez que lo vi, estaba completamente feliz, la imagen, ahora me descontenta por completo. Su cabello marrón está aplastado en su cabeza y no tiene la viveza de antes, al igual que su ropa. Puedo asegurar que es exactamente la misma ropa que usó ese día, la misma... ¿Cuando fue? No recuerdo bien, algo me pasaba.

Recibo una bofetada en pleno rostro cuando observo el suyo propio. Demacrado. Con grandes ojeras bajo los ojos inyectados en miles de diminutas venas rojas. Sus mejillas no tienen color y está más delgado, lo noto. Sus labios están resecos y agrietados y sus manos tiemblan.

Me angustio y miro al rededor. No sé dónde estoy. No sé qué hago aquí ni cuándo llegué.

Rodeada de espejos.

Espejito, espejito... dime porqué. 

Una voz extraña llega a mi cabeza, pero no hay nadie más y él no abrió la boca. Mira su reflejo expectante e inmóvil.

El corazón me late más deprisa y doy pasos lentos hasta intentar llegar hasta él, pero es como si estuviese a miles de kilómetros porque por más que avanzo y avanzo no llego a sus brazos, para que me mire, para que me bese, para que me toque.

Por qué, espejito, espejito, ¿porqué ocurrió?

Me estoy desesperando. Agito la cabeza con impotencia y fuerza y grito. Un grito ahogado y sordo que rebana mis tímpanos porque se oye similar a la voz que habla con el espejo. Pero más fuerte. Más potente.

Quiero llorar. Quiero hacer una pataleta de niña de cinco años y quiero estar con él pero está lejos, no me ve.

-Hey! -grito, pero lo mismo que antes ocurre, y ahora me duele, un punto dentro de mi cabeza por la frente, entre mis ojos. Punzante.

Espejito, espejito... jamás debí conseguirte. No debí...

-Deja de hablar con el espejo y mírame -susurro pero es inútil. Lloro y miro el suelo cubierto de sangre. Sangre que viene desde mi estómago.... respiro más y más rápido asustada e impaciente por saber qué ocurre.

No entiendo nada. Quiero estar en casa, con él.

Espejito, espejito... ni siquiera la pude ver, no pudiste dejarme verla por última vez. 

¿Habla de mí? ¡Pero si estoy aquí! Vamos, da la vuelta y mírame... aunque temo que se asuste por estar cubierta de sangre. ¿Dónde andaba metida?

Lloro. Lloro y siento la frente húmeda, ahí en el punto dónde me dolía. Levanto el brazo y veo que mis manos están sucias al igual que mis mangas y mis uñas. Me toco la frente y quiero descansar en algún lugar porque mis piernas me tiemblan...

Espejito, espejito... yo la amaba. Y ella no está aquí ahora.

¡Que sí estoy, joder! ¡Y te amo también! ¡Por favor!

Sangre. Sangre y dolor en mi frente, en mi cabeza. Sangre, dolor y ceniza, en el suelo cubriendo todo el piso de este salón antiguo, lleno de espejos.

Me miro en uno que está a mi lado y luzco horrible como si estuviera...

Un balde de agua fría me cae encima, justo cuando él saca una foto y un arma de se chaqueta. La mira con cariño y la mantiene pegada a él.

Muerta.

Estoy muerta.

Y pronto él también lo va a estar.

Camino rápidamente de nuevo, agradecida que esta vez pueda avanzar e intento sujetar su brazo. Veo en el espejo y tiene el ceño fruncido.

Suelta el alma y se dispara en el suelo.

Mi corazón de un brino y miro hacia dónde salió la bala.

Y estoy yo. Yo de nuevo, muriendo ante mis ojos por un idiota con una pistola.

Aquí estoy, le digo, girando mi rostro hasta él de nuevo y viendo la fotografía en que salimos juntos.

Te quiero.

Susurra y cae de rodillas abatido.

Luego, no veo más. Humo. Sólo humo y me desvanezco en el aire como si jamás hubiese existido.

Muerta.

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viernes, 4 de mayo de 2012

Corazones Destrozados

Capta su atención.

Está allí. Él lo sabe, al igual que ella. La observa. Ella se deja observar.

La busca. Pero no la encuentra.

Y entonces se sienta a pensar, entrelazando sus manos con la vista perdida en un punto del horizonte, sintiendo el viento helado pasar bajo su suéter. ¿Por qué? se pregunta en un dejo de cuestión. Intercala miradas con la gente a su alrededor imaginándose un futuro que sabe, resulta imposible. Entiende que no es para él. Que ella está lejos, muy lejos y aunque la quiera necesita olvidar.

Un corazón destrozado.

Y un alma vieja en un cuerpo joven buscando a su otra mitad.

Todo da vueltas en su cabeza mareándolo. Demasiado. No resulta factible pensar mucho más acerca de su situación.

No hay elección. Ya no es alguien libre con la posibilidad de elegir, y aunque si así lo fuera, ella ya eligió por él.

La ve otra vez al día siguiente. Sonríe de forma somnolienta, como si le estuviesen inyectando una alta dosis de morfina. Allí. Tan cerca y a la vez tan lejos. Ella nota su presencia y camina elegantemente sin importarle las veces que el corazón del pobre hombre, se despedace.

Le mira. Le busca. Le encuentra Y ella se vuelve a marchar.

La historia se repite, y así lo hará. Ella es todo, y el es nada. ¿Nada? O quizá es un 'algo' que ha olvidado recordar.

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lunes, 16 de abril de 2012

La niña está asustada, ¿debería estarlo?

Y sacando fuerzas de lo más profundo de su ser, se resignó a seguir avanzando.

Mientras pasaba por aquel lugar, contuvo la respiración; siempre lo hacía. Daba pasos rápidos con sus piernas cortas y temía, inconscientemente que todo se volviera a repetir. El ambiente se tornaba con ese aroma marino tan característico y ella al sentirlo sólo intentaba caminar un poco más rápido, más de lo que lo hacía.

De seguro terminaría soñando con todo esto.

Llegó un momento en el que cerró los ojos y aunque corría el riesgo de chocar con algo no le importó. Un golpe no era nada como quedar atrapada en esa casa otra vez.

Cuando sintió que el largo trayecto había terminado, con miedo aún, abrió los ojos.

Su sorpresa fue encontrarse con él.

-¿Te han dicho que no hay que caminar con los ojos cerrados? -era un chico de su edad, de pelo castaño y piel algo bronceada. Tenía una gran sonrisa mientras hablaba, mientras que la niña de piernas cortas se quedó un tanto atónita. Comenzó a sacudir las manos de forma disimulada para combatir los nervios, mientras el resto de su cuerpo temblaba a un ritmo moderado.

-¿Te han dicho que no debes seguir a chicas asustadas cómo si fueras un asesino en serie? -se burló un poco para que el miedo se le pasara, aunque fuera una mínima parte, pero su comentario resultó tan real, que el chico aquel se extrañó y dio unos pasos atrás avergonzado.

-L-lo siento... sólo... nada olvídalo, si quieres me voy. -dio un paso atrás con la intención de marcharse pero la niña le tomó del brazo, arrepintiéndose en el mísmo momento que lo hacía.

-¿Qué? -cuestionó el chico, alzando una ceja. La niña no sabía qué decir. Qué hacer. Seguía con miedo, por lo que sólo lo abrazó con fuerza para sentirse por un sólo momento, protegida. El chico se sobresaltó con aquel gesto y la apartó un poco.- ¿No deberías salir corriendo por si es que soy un asesino en serie?

La niña rió de forma un poco escandalosa.

-Me llamo Kate. -le obsequió una leve sonrisa mientras se apartaba un poco y seguía caminando.

-Hugh. -respondió secamente siguiéndola.

El resto del camino fue un tanto silencioso. Sólo se empujaban de vez en cuando y se molestaban para pasar el rato hasta que llegaron una plazuela pequeña.

-¿Vienes aquí a menudo, Kate? -le cuestionó sonriendo, el joven. Ella negó. Hace tiempo que no venía aquí.  Pero no dijo nada, sólo miró hacia un lado. El chico se sentó al lado de ella y le pasó el brazo por sobre el hombro.

Conversaron de cosas triviales mientras el tiempo pasaba, y mientras pasaba, aquel joven se ponía más y más nervioso.

Hasta que llegó el momento en que oscureció y que la niña se quiso ir.

-Espera un poco más, cuando la luna llega hasta ese punto -le indicó con el dedo- se vuelve el cielo hermosísimo.

Kate un poco desconfiada asintió temerosa nuevamente.

Y no se dio ni cuenta cuando de la nada, atrás de ella un tipo de rasgos finos la tomó de los hombros levantándola. De inmediato le tapó la boca antes de que ella intentara gritar. Hugh, miró hacia el suelo mientras Kate le suplicaba silenciosamente que lo ayudara, revolviéndose hacia todos lados intentando escapar.

El tipo la levantó y se la llevó de vuelta. Nuevamente hasta aquella casa que le producía tanto terror, mientras el joven de cabello castaño quedaba en aquella plaza con un poco de remordimiento.

Kate otra vez volvía a las pesadillas.