martes, 17 de julio de 2012

Espejito, espejito...

El atardecer ilumina su espalda y sé que está allí, como una sombra.

Teniendo en cuenta que la última vez que lo vi, estaba completamente feliz, la imagen, ahora me descontenta por completo. Su cabello marrón está aplastado en su cabeza y no tiene la viveza de antes, al igual que su ropa. Puedo asegurar que es exactamente la misma ropa que usó ese día, la misma... ¿Cuando fue? No recuerdo bien, algo me pasaba.

Recibo una bofetada en pleno rostro cuando observo el suyo propio. Demacrado. Con grandes ojeras bajo los ojos inyectados en miles de diminutas venas rojas. Sus mejillas no tienen color y está más delgado, lo noto. Sus labios están resecos y agrietados y sus manos tiemblan.

Me angustio y miro al rededor. No sé dónde estoy. No sé qué hago aquí ni cuándo llegué.

Rodeada de espejos.

Espejito, espejito... dime porqué. 

Una voz extraña llega a mi cabeza, pero no hay nadie más y él no abrió la boca. Mira su reflejo expectante e inmóvil.

El corazón me late más deprisa y doy pasos lentos hasta intentar llegar hasta él, pero es como si estuviese a miles de kilómetros porque por más que avanzo y avanzo no llego a sus brazos, para que me mire, para que me bese, para que me toque.

Por qué, espejito, espejito, ¿porqué ocurrió?

Me estoy desesperando. Agito la cabeza con impotencia y fuerza y grito. Un grito ahogado y sordo que rebana mis tímpanos porque se oye similar a la voz que habla con el espejo. Pero más fuerte. Más potente.

Quiero llorar. Quiero hacer una pataleta de niña de cinco años y quiero estar con él pero está lejos, no me ve.

-Hey! -grito, pero lo mismo que antes ocurre, y ahora me duele, un punto dentro de mi cabeza por la frente, entre mis ojos. Punzante.

Espejito, espejito... jamás debí conseguirte. No debí...

-Deja de hablar con el espejo y mírame -susurro pero es inútil. Lloro y miro el suelo cubierto de sangre. Sangre que viene desde mi estómago.... respiro más y más rápido asustada e impaciente por saber qué ocurre.

No entiendo nada. Quiero estar en casa, con él.

Espejito, espejito... ni siquiera la pude ver, no pudiste dejarme verla por última vez. 

¿Habla de mí? ¡Pero si estoy aquí! Vamos, da la vuelta y mírame... aunque temo que se asuste por estar cubierta de sangre. ¿Dónde andaba metida?

Lloro. Lloro y siento la frente húmeda, ahí en el punto dónde me dolía. Levanto el brazo y veo que mis manos están sucias al igual que mis mangas y mis uñas. Me toco la frente y quiero descansar en algún lugar porque mis piernas me tiemblan...

Espejito, espejito... yo la amaba. Y ella no está aquí ahora.

¡Que sí estoy, joder! ¡Y te amo también! ¡Por favor!

Sangre. Sangre y dolor en mi frente, en mi cabeza. Sangre, dolor y ceniza, en el suelo cubriendo todo el piso de este salón antiguo, lleno de espejos.

Me miro en uno que está a mi lado y luzco horrible como si estuviera...

Un balde de agua fría me cae encima, justo cuando él saca una foto y un arma de se chaqueta. La mira con cariño y la mantiene pegada a él.

Muerta.

Estoy muerta.

Y pronto él también lo va a estar.

Camino rápidamente de nuevo, agradecida que esta vez pueda avanzar e intento sujetar su brazo. Veo en el espejo y tiene el ceño fruncido.

Suelta el alma y se dispara en el suelo.

Mi corazón de un brino y miro hacia dónde salió la bala.

Y estoy yo. Yo de nuevo, muriendo ante mis ojos por un idiota con una pistola.

Aquí estoy, le digo, girando mi rostro hasta él de nuevo y viendo la fotografía en que salimos juntos.

Te quiero.

Susurra y cae de rodillas abatido.

Luego, no veo más. Humo. Sólo humo y me desvanezco en el aire como si jamás hubiese existido.

Muerta.

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