martes, 20 de septiembre de 2011

Tropezar con la misma piedra

Se sentó en el frío piso de piedra y empezó a recordar…
Tantas situaciones diversas pasaban por su mente que se emocionó. Se emocionó y a su vez, también se entristeció porque había momentos crudos, duros y reales que le abofeteaban en medio del rostro.
Sonrió de todas formas; tan tierna que se veía de pequeña, y de un poco más grande también con su negro cabello liso cayendo por su espalda, sus ojos café claro y su rostro pálido como la cal, acompañado de un par de lunares.
Recordaba que siempre, por lo menos hasta los siete años, usaba sólo vestidos. Vestidos de todos los colores, y formas pero vestidos, conservando una feminidad que acompañada de su timidez, provocaba la adoración de todos.
Pero eso ya acabó ―se dijo en un susurro levantándose del piso. Caminó hacia la casa blanca y encontró a su madre en la típica silla mirando al vacío con expresión ida. Sacó el portarretratos del mueble y miró a esa pequeña niña que había estado recordando, junto a su madre –en la foto sana- y su padre –ahora muerto-. Una débil lágrima recorrió su rostro antes de entrar a su habitación a escuchar un poco de música.
No le gustaba recordar el pasado, y menos aún pensar en el futuro. Ni siquiera le gustaba vivir el presente y por eso, luego de que toda la angustia llegara terminaba con aquella navaja atravesando su piel.
Y aunque se hacía daño, y aunque ella sabía lo mal que estaba no cesaba de hacerlo porque ya se había aburrido de todo. Ya estaba harta de jugar a ser esa pequeña niña fuerte. Ya no era ni tan pequeña, ni tan niña, pero seguía siendo débil… seguía tropezando con la misma piedra una y otra vez.

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viernes, 16 de septiembre de 2011

Pequeñas mentiras

―¿Me quieres? ―preguntó haciendo una mueca. Ambos estaban sentados sobre la hierba uno frente al otro sin siquiera mirar a su alrededor. La chica bajó la cabeza asintiendo de forma leve, algo avergonzada― ¿Me quieres, no te escucho?
―Sí ―a secas, la joven respondió. La mano del chico se dirigió hasta su mentón y lo levantó. La mirada aún seguía hacia abajo, pero lentamente fue subiendo hasta que las de ambos se encontraron y se sonrieron. De forma triste.
―¿Me quieres? ―repitió por tercera vez mientras sin apartar fijamente la vista de la pelirroja, se acercaba para besarla. Ella corrió la cara y asintió.
―Sí, te quiero ―de reojo pudo notar cómo los ojos de la chica se comenzaban a humedecer hasta lagrimear por completo; antes que el rubio dijera algo, la chica de inmediato agregó― …y no puedo, de verdad. No puedo hacer cómo que nada pasa. No puedo ignorar que no te veré más durante seis meses. No puedo… te amo.
El chico puso una sonrisa algo triste y la estrechó entre sus brazos con cariño. Haciéndole entender que él no la dejaría sola así como ella imaginaba. No porque la quería, también la amaba.
Ninguno de los dos decía nada más. Sólo se dejaban llevar por una pequeña mentira que sabían en realidad, que no era cierta. Que aquello podía acabar cualquier día. Que ese para siempre no existía y que la verdad, jamás existió.

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Tuve un sueño, soñé que soñaba… otra vez.

Desperté sudorosa, con el corazón acelerado y con el cobertor de la cama completamente desordenado, sin cubrir una mínima parte de mi cuerpo. Cómo la mayoría de las veces, dormía con una camiseta bastante más grande que yo, que me cubría gran parte del cuerpo, y con calcetas blancas. Aquella noche no me las había sacado mientras dormía.
Estaba alterada, con la sangre hirviéndome en el rostro y con miedo, no sé a qué ni mucho menos a quién. Miedo a lo desconocido. No recordaba con exactitud qué era lo que había estado soñando pero algo en mi interior me decía que mejor me quedar a tal cuál cómo estaba y que no intentara averiguarlo porque no me agradaría la respuesta.
Decidí hacerle caso a aquella pequeña vocecilla y terminé por hacer los deberes y las demás monótonas cosas que siempre hacía hasta que la curiosidad me venció y me tendí en la cama para pensar, para soñar… ya que hace mucho tiempo que no lo hacía.
Una vez tuve un sueño, un sueño que se desvaneció con el tiempo.
Mientras estaba tendida en la cama un extraño hormigueo me recorrió por completo, sonreí levemente y me di la vuelta para seguir pensando, intentando quedarme dormida y soñar otra vez.
Luego de un rato volví a abrir los ojos resignada y me senté mirando mis rodillas con los brazos extendidos, cerré los ojos e intenté soñar, esta vez despierta. El corazón poco a poco me fue latiendo más rápido y logré recordar todo, absolutamente todo.
Me fui atrás en el tiempo y recordé cómo y por qué había decidido olvidar, y nunca jamás volver a soñar. Dolor, nostalgia, rabia contenida y más… muchas cosas que no había sabido controlar y que por lo visto nunca pude ver ni sentir, ni nada. Nada de nada. Un deseo, un sueño.
La siguiente noche soñé otra vez y me desperté igual: sudorosa, con el corazón agitado, con las sábanas desordenadas… igual. Con miedo.
Tuve un sueño, soñé que soñaba… otra vez. Y no sé si quiero que esos sueños se hagan realidad. Realmente no lo sé.
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La gente que inunda el mundo


Gente. Gente que camina por todos lados sin ir a ningún lugar en particular. Gente que sonríe a la vida por muy dura que ésta sea. Gente que enclaustrada en el día a día busca una libertad condicional por medio de sus sueños. Gente que arrodillada en medio de la nada le pide a alguien que la ayude a vivir nuevamente. Gente que piensa en tonterías, y que a su vez intenta escabullirse otra vez a su fantasía; gente que no confía en nadie y que ni siquiera dice hola cuando llega a un lugar. Todos piensan en distintas cosas y asimismo nadie sabe lo que piensa el otro. Mentes confusas que sólo hacen que nos sintamos más solitarios, más ausentes en el mundo de incomprensión. Como el pájaro que vuela libre por el cielo y que de un momento a otro le cortan sus alas. Como el verde pasto que crece firme y fuerte y que a la vez, lo podan seguido para mantener la altura promedio. Como el sol que brilla todos los días, la gente intenta brillar. Reluce su esplendor con una sonrisa falsa, intentando que todos se crean su mentira.  Cigarrillos en el suelo, trozos de papel quemado, botellas de alcohol vacías; todo eso en una plaza cualquiera.  ¿Piden que hagan un mundo mejor para esa gente? ¿Que les hagan vivir como reyes mientras que fueron ellos los que desaprovecharon oportunidades? Gente que pide, pide y no se cansa de pedir. Gente que se baña en el dinero de la gente, que se lava las manos siempre que puede y que más que interesarle el futuro de todos, le importa sólo, el futuro que podría tener él mismo. ¿Cómo vivir en una sociedad así?  Gente que tiene demasiado. Gente que no tiene nada. Gente que piensa que sufre y gente que sufre de verdad. ¿Cuál es la diferencia? Querer es poder. No creo saber demasiado, sin embargo sé, y a ciencia cierta se puede suponer que no todo lo que brilla es oro. Hay gente que brilla. Gente que brilla con luz propia y que nadie se ha dado cuenta aún.  

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drabble también publicado en mi otro blog, http://www.isyellowandgreen.blogspot.com

sábado, 10 de septiembre de 2011

Paranoias


La cabeza me da vueltas y no puedo recuperar la cordura, ¿Hace cuánto la perdí? Al parecer, ni eso recuerdo. Imágenes que entran en mi mente como la dura presencia débil de algo que alguna vez ocurrió, cómo un frío vaso de agua que cae sin más sobre mí y que en cualquier momento, pasará de un simple hecho a una realidad extraña de la que me adentro cada día, a cada hora, presionando con sumo cuidado aquellas heridas que el tiempo ha olvidado cerrar, que la cicatriz no aparece por más que me esfuerce en olvidar; un par de besos no le hacen mal a nadie, pero tú, sin embargo estás enfurecido porque sin saberlo, cometí un pecado. La ignorancia te lleva por un rubro idóneo que poco a poco hace que olvides tu verdadera procedencia, tomé ese camino y con aquella idea en mi mente, intento no pensar, intento olvidar las cosas que me gustaría, y recordar las que se han esfumado, sin siquiera pedir permiso.
Soy una fiel sirviente de Satanás, estoy dentro del infierno de vivir desde hace mucho, desde el día en que me ignoraste, desde el día en que yo, cometí un error. Mi lecho de muerte se acerca con cada hora que transcurre, siento que la muerte se aproxima con todas las ganas de llevarme a mí, a su dulce y acogedor lugar, la sangre que corre por mis venas se nota diferente, está fría y cada vez mi corazón tarda más en dar cada latido, mis labios se han vuelto morados y debajo de mis ojos, hay unas enormes ojeras que hacen peso sobre mi liviano cuerpo, mis manos parecen de anciana: están tan arrugadas como lo está una pasa, y mis débiles rodillas tiemblan con cada segundo que se hace presente, tomo asiento y miro atentamente tus reacciones, miro como las piernas de esa chica se acercan a tus manos ¿O es al revés? Acaricias su cuerpo como si estuvieran solos, y eso, es lo que más asco da. Mis ojos comienzan a cerrase, como si el sueño me venciera de pronto, cómo cuando era pequeña y me esforzaba en no dormir de noche, sólo que, a estas alturas, se muy bien que no es sueño, y que si duermo, jamás despertaré.
Tus pupilas se fijan en mí, como si fueras la misma muerte que viene a llevarme, me miras con amargura y resentimiento, cómo si algo malo hubiera hecho ¿Fue así? Sólo pienso en que ansío una siesta y que ella, es una cualquiera. Si las miradas mataran, ya estaría muerta. En teoría eso está pasando, me dan unas ganas enormes de soltar una carcajada pero no puedo, mis fuerzas se agotan y sólo tengo la posibilidad de seguir allí, sin hacer nada. La muerte sigue mirándome, como si esperara a que ocurriera ahí mismo, al frente de tanta gente, sigue ahí con su rabia impura que ataca mis nobles sentimientos de niña y mujer.
El momento por fin llega, sueltas a la chica y corres a mí, ¿Me salvarás de esta muerte tan velada? ¿Abrirás las puertas del cielo para mí? Tocas mi frente y susurras un leve "Tienes fiebre" Sí, la temperatura corporal sube, y yo bajo hacia el suelo con cada palabra tuya, me miras una vez más, con odio, siento que tus ojos atraviesan los míos como espadas y de pronto la sangre comienza a correr, con la poca vista que tengo miro el suelo blanco manchado de rojo, y mi estómago agujerado. ¿Fuiste tú? ¿Me has matado? La sangre se esparce por el lugar y con mis últimas fuerzas susurro un "Te quiero" mis ojos se cierran y mi mente se queda en blanco. Descanso por fin.


- ¿Está bien? - Escucho mientras intento no abrir los ojos, una mujer de voz conocida está gritando cerca y esa voz tan perfecta suena una vez más, tal y como antes de que dormí. Me detengo a pensar, ¿Qué no había muerto?, estoy confundida e intentando aclarar las ideas siento como abren la puerta de un golpe.
- Se veía enferma, le pregunté que le pasaba y fue entonces cuando noté que tenía fiebre. Luego se desmayó. - Sí, era él sin duda, pero… ¿Estaba relatando mis últimos segundos de vida? Sin querer abrí un ojo, miré a mi madre y tuve que, obligadamente, sonreír.
- ¡Hija! Me dejaste preocupada. - Todo era una farsa, ni yo había muerto, ni él me quería matar.
- Al parecer estabas delirando, decías cosas raras en tus sueños. ¿Tan guapo piensas que soy? - Mis mejillas elevaron su color habitual y sin dudarlo cerré los ojos, ¿Qué diantres había dicho en sueños? Miré a mi madre suplicándole e intenté que me salvara de ésta, me guiñó un ojo y al instante presionó el botón rojo para que viniera una enfermera sin que él se diera cuenta. La agradecí en silenció y ahí, entró la chica vestida de blanco.
- Disculpen, Elle debe descansar. - Dijo al entrar y Bill cabizbajo salió de la habitación. ¿Qué había ocurrido? De seguro, otra de mis paranoias…

jueves, 8 de septiembre de 2011

No te detengas

Sigue, vamos. Sigue así como estás sin mirar atrás, sin arrastrar el condenado pasado en cada paso. Sigue tu vida, vamos, así como lo haces hasta ahora. Ven, siéntate junto a mí y piensa un poco qué quieres hacer, qué harás de tu vida desde ahora en adelante.
―No… no lo sé― una simple y sincera respuesta, aunque típica. Bastante típica. Paso mi mano sobre tu hombro dándote alientos. Tú eres fuerte, tú puedes, no pondría todo este peso en tus hombros si supiera que no eres capaz; siente el viento agitando tu cabello, siéntelo y déjate llevar. Sé tú mismo, no mientas para causar una buena impresión. No, no lo hagas porque ahora no sirve de nada.
Música, ¿eso me pides? Te la daré, por su puesto aunque primero gánatela. Encuentra dónde pasar la noche hoy y dejaré que te relajes y distraigas hasta que una nueva preocupación surja. Estamos aquí y no hay marcha atrás. Eso, levántate y camina hacia un hostal o algo, lo que sea.   
―Aquí. No hay nada más… ―bien. Muy buena primera opción, aunque con el tiempo mejorarás… está bien. Tienes permiso de dormir, escuchar música, ver televisión, comer un sándwich, lo que quieras. Mañana seguiremos con la rutina, seguiremos ejerciéndote presión porque me di cuenta que es la única forma en que trabajas bien, en que rindes en lo que hagas, sino la flojera te deja llevar y te resignas a conformarte con lo que sea. Y eso es muy poco, la verdad.
No te detengas, sigue adelante, sácate partido. No al conformismo, tú puedes más, vamos… No te detengas, no otra vez.

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