martes, 30 de agosto de 2011

Sonrisas

Eran diversas cosas las que le hacían olvidar. El humo del tabaco era uno de ellos y no dudaba, siempre que podía, en aprovecharlo y fumar. No era que le agradara mucho el olor, ni siquiera el sentir ese “algo” en los pulmones… sino que ese simple mareo que tenía después de calar fuerte y profundamente, le llenaba por completo. Luego sonreía y se dejaba tender sobre lo que hubiera cerca, ya fuera una cama, una silla, una mesa o incluso, el mismo piso.
Ésta vez, cómo estaba en el jardín, se tendió en el pasto y cerró los ojos sintiendo cómo el mundo giraba a sus pies. Las ideas de lo que tenía que hacer, decir y recordar sí o sí, se hacían cada vez más transparentes, yéndose a otro lugar. Dónde, no lo sabía, pero lejos. Muy lejos y fuera de aquella mente vacía.
Luego de estar un rato así se levantó y entró por la puerta de la cocina a su casa. El estómago lo tenía un poco revuelto por lo que sentía algo de nauseas… no tenía hambre, y ya era hora de almorzar así que se sirvió un café aprovechando que todavía quedaba agua caliente en la tetera.
Sonríe.
Aquella simple palabra había tenido ya tanto significado en su vida. Ya a sus dieciséis años no le encontraba el mismo significado que a sus once, o que a sus diez, quizá… porque ya a los once, la vida le pateaba quitándole algo que quería. Era una cuestión simple, algo de lo que se estaba comenzando a acostumbrar. No podía encariñarse con nada ni con nadie porque todo terminaba por irse y hacerla sufrir.
Así como murió su perro Cookie, como murió su mejor amigo, como pasó también con su hermano… Todo se iba. Por eso no se hacía expectativas y su sonrisa, con aquella hilera de dientes blancos y afilados y sus hoyuelos en las mejillas… dándole ese aspecto tierno y algo infantil; aquella sonrisa, era la que ponía cuando se decía que las cosas pasaban por algo, cuando sentía que nada podía marchar peor. Cuando se obligaba a tener una mínima esperanza, fuera lo que fuese. Sonreír no significaba lo mismo que para los demás.
Vestía con un short de jeans y una camiseta holgada blanca. Estaba descalza y el cabello castaño claro, algo ondulado, suelto. Por eso, cuando sintió la brisa que corría por el pasillo, producto de la ventana del fondo abierta, sitió cómo el pelo le rosaba los brazos haciéndole cosquillas.
Rió un poco, al todavía haberse olvidado medianamente de todo, se fue directamente a su habitación y sacó un libro de sobre la repisa para leer. Era un día común y silvestre, cómo cada día que pasaba, allí sola en su casa. Algo monótono que con el tiempo se convertía en nada más que su estilo de vida. Una extraña tranquilidad y un montón de sonrisas que al fin y al cabo, no servían de mucho. 


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